LOS MÁNAGERS


Señoras y señores, otra comedia española con chistes de porros. Reconozco que en nuestro país el rollo porrito se lleva mucho y que determinados personajes públicos lo utilizan para su propia promoción (véase a Meliendres), pero la coña llega hasta donde llega y al final sólo hace gracia a cuatro fumetas pasados de rosca.

Pero siendo honestos, en esta película ese tema es más secundario a diferencia de Año Mariano, la anterior película de Guillén Cuervo como director. Pero el esquema es muy similar, un par de personajes patéticos pero con buen fondo que ilusionados por hacer algo grande emprenden un camino que se torna cada vez más surrealista hasta llegar a la hecatombe final en medio de delirios varios, generalmente debidos a una sobredosis de la sustancia psicotrópica de turno, o como en este caso, por una obsesión enfermiza con los ovnis de uno de los protagonistas.

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Quién no querría a unos representantes así.

La cosa es que Enrique Villén y Manuel Tallafé dan vida a un par de aspirantes a músicos que en una audición se dan cuenta de que a ellos se les ha pasado el arroz, pero que siendo mánagers podrían triunfar de otro modo en el mundo de la música. Así acaban encontrando a dos hermanos que trabajan en un desguace y que en su tiempo libre tocan música. Esos dos jóvenes son el pasaporte al éxito de Maca y Rena (Villén y Tallafé) y conseguirán convencerles para llevar su carrera artística e iniciar una gira por distintos pueblos sospechosamente amparada por una mafiosa de tomo y lomo como es La Rota.

El comienzo de la película es estupendo, la presentación de los protagonistas así como el momento en que firman el contrato (la mejor escena) con Pipo y David (Paco León y Fran Perea). Un excelente retrato del cutrerío de estos aspirantes a mánager así como de sus problemas particulares. Por desgracia a partir de los 20 minutos la película empieza a tomar ese camino por el que ya circularon la citada Año Mariano o Torapia, en el que se nos presentan personajes secundarios a priori graciosos pero a los que se quema de forma excesiva y en casos como el de Alfonso, un árabe interpretado por Manuel Manquiña, dan repelús desde el primer instante. Empiezan las coñas de segunda y se repiten una y otra vez.

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«Sí, somos fans de Meliendres.»

Los actores están estupendos, es en lo que Guillén Cuervo a acertado de lleno, tanto en casting como en dirección de actores. Incluso Fran Perea está mejor que de costumbre (aunque con sus claras limitaciones) y María Jiménez sorprende como La Rota. La pareja protagonista, Villén y Tallafé, son actores con una carrera tremenda y eso se nota, secundarios de toda la vida que por fin tienen un papel protagonista y que tienen su antagonista en un siempre estupendo Sancho Gracia (una versión española y sobaquil de Tom Jones). El problema es el guión, que desde los 20 minutos iniciales hasta los 10 últimos es todo el rato igual: repetitivo y sin gracia salvo algún chiste puntual. Aburre, y eso en cualquier película es imperdonable, pero en una comedia más. Si a eso añadimos personajes totalmente prescindibles como el de Manquiña, el «morito bueno, morito amigo» en plan gurú tocapelotas, y escenas metidas con calzador como la del momento «videoclip Fran Perea moñas» para contentar a ciertos productores, pues apaga y vámonos.

A mí me queda la sensación de una oportunidad tremendamente desaprovechada, un comienzo muy prometedor que pronto se convierte en un bluf por esa necesidad de tirar por lo excesivamente absurdo y los chistes de borracho de fin de semana entre porros, rayas, putas y cosas similares. Airbag sólo hay una y su acierto era que desde el primer instante era tremendamente surrealista y su ritmo era mucho más rápido y acorde con lo que se contaba. Esperemos que a la próxima Guillén Cuervo controle más esa vena de sal gorda (que mola, pero todo tiene su momento) y esa necesidad de desvariar, más aún si al principio se sientan unas bases mucho más efectivas y comedidas.

P.D.: El cartel de la película, con tipografía Austin Powers (más un porro, claro) y ese fondo cutre con los cuatro actores es cutre de narices, como el tono de la peli, pero tampoco hay que pasarse. Filmax debería empezar a cuidar más sus carteles y dejar de aplicar siempre la misma fórmula: si es de terror fondo negro con la cara del prota, si es comedia muchos colorines aunque chirríen.

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