LLAMADA PERDIDA


El cine de terror asiático está de moda, eso es un hecho. Nunca antes se habían estrenado tantas producciones asiáticas en nuestro país y menos del género de terror. La mayoría de estas películas tienen una serie de elementos en común, uno de ellos es que casi siempre tratan de fantasmas que persiguen de un modo u otro a los protagonistas dándoles muerte.
Takashi Miike, director de culto que, aunque cuenta con más de 40 películas de todo tipo en su haber, es conocido por sus películas más sangrientas, se pasa al cine de terror puro en la línea de películas como The Ring, The Eye o La Maldición.

En Llamada Perdida todo gira en torno a una serie de llamadas perdidas a móviles que preceden a la muerte de quien las recibe. Las llamadas proceden del mismo móvil que las recibe y están fechadas en el momento de la muerte del receptor. El mensaje del buzón de voz responde a los instantes previos a la muerte de la víctima. Yumi ve como mueren dos de sus amigos y cuando su mejor amiga recibe una llamada todo parece venírsele encima. Yumi conoce termina por conocer a Natsumi, un hombre que investiga la muerte de su hermana en similares condiciones, y ambos irán en busca de la solución a todo estos sucesos.

Como se puede ver la temática es muy parecida, por no decir idéntica, a la de The Ring (que le da mil vueltas y cambiando la cinta de vídeo por el móvil). La película mantiene más o menos el interés del espectador, gracias, sobre todo, a la investigación que realizan los protagonistas, ya que al final todo tiene un origen y una explicación. El problema es que esto empieza a estar muy, muy visto, y cualquiera que haya visto alguna de las pelis predecesoras o sus respectivos remakes se aburrirá de lo lindo.

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Para colmo parece ser que en esta clase de cine el fantasma siempre es de una niña de dudosas intenciones y pasado oscuro. Así que vemos, como en las pelis anteriores, a una pálida e inquietante niña decolorada saliendo de rincones oscuros, andando por el techo y cosas por el estilo. De esto podemos deducir dos cosas: la fórmula está ya agotada y los fantasmas en Japón son de niñas hijas de puta en blanco y negro.

Al principio la atmósfera inquietante funciona pero con el paso de los minutos pierde gracia y los sustos no tienen demasiado efecto por lo que ya he dicho: están muy vistos.

Si nos fijamos en las interpretaciones, esta película sale bastante perjudicada. La protagonista se limita a chillar todo el puñetero rato, algo que más que terror produce dolor de cabeza y que posiblemente no sea culpa suya, sino del guionista o del director. Si hay algo que no soporto es una película donde no paran de chillar. A ver si se enteran ya, más chillidos no implican más miedo, pero sí ganas de zurrar a alguien.

Pero bueno, a pesar de todo, la película mantiene la dignidad y puede gustar a quienes no hayan visto algo así antes. No hay cabos sueltos ni explicaciones rebuscadas, al final todo cuadra y tiene sentido. Eso sí, no pueden evitar caer en el innecesario giro final donde cuando parece que todo ha terminado no es así. No causará entusiasmo, pero se deja ver.

Nota a parte merece el viejo que se sentaba delante mío. Un hombre que se ha pasado farfullando durante toda la puñetera película: «Ya va a gritar otra vez»; «Ya se va a asustar»; «¡Coge ya el teléfono!»; «¿Pero por qué no contesta?»; «No entiendo el símbolo de la cereza». Si me está leyendo, Don Usted, ¡¡¡CÁLLESE O VAYA A JUGAR A LA PETANCA!!!.

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